jueves, 18 de junio de 2015

WATERLOO 200 años




Los miserables.  Víctor Hugo. 
Segunda Parte.  Cosette.
Libro Primero. Waterloo.
 Cap.16

“…
El campo de Waterloo presenta hoy la tranquilidad que pertenece a la tierra, sustentáculo impasible del hombre, y se parece a todas las llanuras. 

Sin embargo, por la noche, una especie de bruma fantástica se desprende de él, y si algún viajero lo recorre, si mira, si escucha, si medita como Virgilio en las funestas llanuras de Filipos, se apodera de él la alucinación de la catástrofe.  Revive el horrible 18 de junio; la falsa colina monumental se desvanece; el león se disipa, y el campo de batalla vuelve a tomar su realidad; líneas de infantería ondean en la llanura, galopes furiosos cruzan el horizonte; el aterrado soñador ve el brillo de los sables, el resplandor de las bayonetas, el flamígero fulgor de las bombas, y el monstruoso  cruzamiento de los truenos; oye, como una especia de estertor que sale del fondo de una tumba, el vago clamor de la batalla fantasma; esas sombras son los granaderos, esos resplandores son los coraceros; aquel esqueleto es Napoleón; aquel otro es Wellingon; todo esto no existe ya, y sin embargo, aún se choca y se combate, y los barrancos se tiñen de sangre, y los árboles se estremecen y hasta las nubes respiran venganza; y cuando llega la hora de las tinieblas, todas aquellas alturas feroces, Mont-Saint-Jean, Hougomont, Frischermont, Papelotte y Placenoit, aparecen coronadas confusamente de torbellinos de espectros exterminándose. “