En el siglo V a.C., el Mediterráneo oriental había visto el choque cultural entre el oriente persa y el occidente griego. Se habían enfrentado dos modos radicalmente diferentes de hacer la guerra. El modo oriental, estratégicamente muy avanzado, tácticamente basado en la elusión, el movimiento, el combate a distancia, la dilación y el sesgo. Y el nuevo modo occidental, que había olvidado los patrones primitivos del ritual bélico para convertirse en una lucha de ejércitos de ciudadanos “iguales”, pesadamente armados, diseñados para combatir cuerpo a cuerpo en apretadas filas, en choques brutales y sangrientos con el objetivo de obtener una decisión rápida, fuese la victoria o la derrota.
Tras la victoria griega sobre Persia, se produjo la “guerra civil” griega en forma de las guerras del Peloponeso. Aquí, el nuevo modo occidental se enfrentó a sí mismo de forma letal, como nunca antes lo había hecho y comprobó que era incapaz de lograr la decisión que tanto ansiaba. Se empezó a comprender que era necesario complementar las pesadas falanges de hoplitas con otras tropas más ligeras y móviles.
En Esfacteria (425 a.C.), una fuerza de hoplitas espartanos había sido obligada a rendirse tras el largo acoso de humildes peltastas y psilois. Un superviviente, interrogado por el deshonor de su rendición, contestó agriamente que las flechas no conocían el honor y no elegían los hombres a los que derribar. Pero soplaban otros vientos y el honor ya no lo era todo en la guerra. En el 395 a.C. en la guerra de Corinto, otra mora espartana sufrió destino semejante.
Comenzó un proceso de aprendizaje y experimentación de nuevas técnicas, mucha información llegó por la vía de la famosa expedición de los mercenarios hoplitas al servicio de Ciro el joven. Tanto en el viaje de ida hasta el lejano campo de batalla de Cunaxa (401 a.C), en las puertas de Babilonia, como en el largo retorno (la Anábasis de Jenofonte), se aprendió del sistema logístico persa, su sistema de carreteras, del uso de las tropas ligeras, etc.
Pero tras el interludio tebano, surgió en Grecia un nuevo poder. La Macedonia de Filipo y Alejandro, armada con un nuevo ejército, de diseño revolucionario, que tomaba lo mejor de oriente y de occidente.
Sin entrar en los detalles de su composición, deseo trazar las líneas maestras y las razones que hicieron que aquella fuese una verdadera revolución militar.
El ejército macedonio integraba la infantería pesada y ligera, escaramuzadores y caballería pesada y ligera. Disponía de los procedimientos logísticos para apoyar esta fuerza lejos de sus bases y además contaba con un cuerpo de ingenieros militares con conocimientos del arte del asedio como nunca antes.
Filipo fue capaz de adoptar las nuevas técnicas porque Macedonia, siempre había estado apartada de la cultura militar hoplita y por ello no tenía las resistencias al cambio que existían en el sur. El nuevo estilo se inspiró mucho en Persia, pero con la base griega y macedonia, beneficiándose de las ventajas de la infantería pesada pero subordinándolas a un papel efectivo como un arma más en una fuerza táctica integrada.
El arma fundamental del ejército macedonio era la caballería y no las falanges de piqueros como podría presumirse. De hecho la caballería tenía en macedonia una larga tradición superior a la de la falange de hoplitas. La caballería pesada era una élite formada por la aristocracia, los Compañeros del rey. Formaban en cuña, con largas sarisas de 2,70 m. Estas lanzas tenían doble punta lo que les confería gran flexibilidad de uso.
Entre la caballería pesada también estaban los tesalios, que combatían en rombo. Eran la fuerza de choque, el martillo para golpear y lograr la decisión en la batalla.
Filipo usó también caballería ligera, armada de jabalinas, en tareas de reconocimiento, acciones de vanguardia y escaramuza. Con ella, dispuso de un servicio de exploradores para la inteligencia táctica.
La mayor innovación táctica para la infantería pesada fue la adopción de la falange macedonia. Armada con la larga sarisa de infantería. Formada en sintagmas de 256 hombres, 16 filas por 16 columnas, doblando la profundidad tradicional de la falange de hoplitas. Cuando bajaban las picas para entrar en acción las puntas de la quinta fila salían por delante de la primera de soldados.
No se esperaba que los falangitas macedonios ganasen la batalla, ellos eran el yunque, su misión era ir al encuentro del enemigo y fijar su línea, mientras caballería y los infantes ligeros la envolvían para derrotarla.
La falange no era una formación tan rígida como podría esperarse. Filipo la sometió a un entrenamiento intensivo que la permitía maniobrar, girar en arco, doblar el frente o estrecharlo en una rápida maniobra.
Además eran capaces de abandonar la pica para adoptar otras formaciones y luchar con armas ligeras, en asedios o en la guerra de montaña.
En el ejército macedonio tenían un papel muy importante los escaramuzadores y la infantería ligera. Psilois y peltastas, para entendernos. Arqueros y honderos por un lado. Lanceros ligeros o jabalineros por otro. Éstos últimos podían cerrar filas y aguantar a los hoplitas en terreno difícil o a la caballería. A veces apoyaba a la caballería propia para aprovechar los huecos en la línea enemiga. También fueron muy empleados en la guerra de asedio.
Para acabar esta breve incursión hay que remarcar tres factores más que caracterizaron el ejército macedonio de Filipo y Alejandro.
En primer lugar la instrucción. Filipo fue riguroso con la disciplina y la profesionalidad y organizó un sistema de rutinas y ejercicios constantes. Por ejemplo mediante marchas de 300 estadios (60 Km) con armas, equipo completo y provisiones.
En segundo lugar Filipo organizó un verdadero servicio de inteligencia y de contrainteligencia, tanto a nivel estratégico como táctico. Los exploradores de caballería avanzaban como descubierta del ejército en marcha, algo que hoy puede parecernos obvio, pero que era novedoso en la época.
Por último y no menos importante fue la logística. Filipo adoptó las lecciones persas, que habían permitido llevar al enorme ejercito de Jerjes hasta Atenas, pero además las mejoró, dotando a su ejército de un factor nuevo: la velocidad. Lo logró eliminando gran parte de los sirvientes y de los carros, obligando a que cada soldado cargase con todo su equipo y parte de suministros. Aligeró el tren de bagajes y permitió además mantener jornadas de marcha de 20 a 25 Km de media, lo cual era impensable en aquella época. Era un nuevo concepto, una auténtica blitzkrieg.
Tras la victoria griega sobre Persia, se produjo la “guerra civil” griega en forma de las guerras del Peloponeso. Aquí, el nuevo modo occidental se enfrentó a sí mismo de forma letal, como nunca antes lo había hecho y comprobó que era incapaz de lograr la decisión que tanto ansiaba. Se empezó a comprender que era necesario complementar las pesadas falanges de hoplitas con otras tropas más ligeras y móviles.
En Esfacteria (425 a.C.), una fuerza de hoplitas espartanos había sido obligada a rendirse tras el largo acoso de humildes peltastas y psilois. Un superviviente, interrogado por el deshonor de su rendición, contestó agriamente que las flechas no conocían el honor y no elegían los hombres a los que derribar. Pero soplaban otros vientos y el honor ya no lo era todo en la guerra. En el 395 a.C. en la guerra de Corinto, otra mora espartana sufrió destino semejante.
Comenzó un proceso de aprendizaje y experimentación de nuevas técnicas, mucha información llegó por la vía de la famosa expedición de los mercenarios hoplitas al servicio de Ciro el joven. Tanto en el viaje de ida hasta el lejano campo de batalla de Cunaxa (401 a.C), en las puertas de Babilonia, como en el largo retorno (la Anábasis de Jenofonte), se aprendió del sistema logístico persa, su sistema de carreteras, del uso de las tropas ligeras, etc.
Pero tras el interludio tebano, surgió en Grecia un nuevo poder. La Macedonia de Filipo y Alejandro, armada con un nuevo ejército, de diseño revolucionario, que tomaba lo mejor de oriente y de occidente.
Sin entrar en los detalles de su composición, deseo trazar las líneas maestras y las razones que hicieron que aquella fuese una verdadera revolución militar.
El ejército macedonio integraba la infantería pesada y ligera, escaramuzadores y caballería pesada y ligera. Disponía de los procedimientos logísticos para apoyar esta fuerza lejos de sus bases y además contaba con un cuerpo de ingenieros militares con conocimientos del arte del asedio como nunca antes.
Filipo fue capaz de adoptar las nuevas técnicas porque Macedonia, siempre había estado apartada de la cultura militar hoplita y por ello no tenía las resistencias al cambio que existían en el sur. El nuevo estilo se inspiró mucho en Persia, pero con la base griega y macedonia, beneficiándose de las ventajas de la infantería pesada pero subordinándolas a un papel efectivo como un arma más en una fuerza táctica integrada.
El arma fundamental del ejército macedonio era la caballería y no las falanges de piqueros como podría presumirse. De hecho la caballería tenía en macedonia una larga tradición superior a la de la falange de hoplitas. La caballería pesada era una élite formada por la aristocracia, los Compañeros del rey. Formaban en cuña, con largas sarisas de 2,70 m. Estas lanzas tenían doble punta lo que les confería gran flexibilidad de uso.
Entre la caballería pesada también estaban los tesalios, que combatían en rombo. Eran la fuerza de choque, el martillo para golpear y lograr la decisión en la batalla.
Filipo usó también caballería ligera, armada de jabalinas, en tareas de reconocimiento, acciones de vanguardia y escaramuza. Con ella, dispuso de un servicio de exploradores para la inteligencia táctica.
La mayor innovación táctica para la infantería pesada fue la adopción de la falange macedonia. Armada con la larga sarisa de infantería. Formada en sintagmas de 256 hombres, 16 filas por 16 columnas, doblando la profundidad tradicional de la falange de hoplitas. Cuando bajaban las picas para entrar en acción las puntas de la quinta fila salían por delante de la primera de soldados.
No se esperaba que los falangitas macedonios ganasen la batalla, ellos eran el yunque, su misión era ir al encuentro del enemigo y fijar su línea, mientras caballería y los infantes ligeros la envolvían para derrotarla.
La falange no era una formación tan rígida como podría esperarse. Filipo la sometió a un entrenamiento intensivo que la permitía maniobrar, girar en arco, doblar el frente o estrecharlo en una rápida maniobra.
Además eran capaces de abandonar la pica para adoptar otras formaciones y luchar con armas ligeras, en asedios o en la guerra de montaña.
En el ejército macedonio tenían un papel muy importante los escaramuzadores y la infantería ligera. Psilois y peltastas, para entendernos. Arqueros y honderos por un lado. Lanceros ligeros o jabalineros por otro. Éstos últimos podían cerrar filas y aguantar a los hoplitas en terreno difícil o a la caballería. A veces apoyaba a la caballería propia para aprovechar los huecos en la línea enemiga. También fueron muy empleados en la guerra de asedio.
Para acabar esta breve incursión hay que remarcar tres factores más que caracterizaron el ejército macedonio de Filipo y Alejandro.
En primer lugar la instrucción. Filipo fue riguroso con la disciplina y la profesionalidad y organizó un sistema de rutinas y ejercicios constantes. Por ejemplo mediante marchas de 300 estadios (60 Km) con armas, equipo completo y provisiones.
En segundo lugar Filipo organizó un verdadero servicio de inteligencia y de contrainteligencia, tanto a nivel estratégico como táctico. Los exploradores de caballería avanzaban como descubierta del ejército en marcha, algo que hoy puede parecernos obvio, pero que era novedoso en la época.
Por último y no menos importante fue la logística. Filipo adoptó las lecciones persas, que habían permitido llevar al enorme ejercito de Jerjes hasta Atenas, pero además las mejoró, dotando a su ejército de un factor nuevo: la velocidad. Lo logró eliminando gran parte de los sirvientes y de los carros, obligando a que cada soldado cargase con todo su equipo y parte de suministros. Aligeró el tren de bagajes y permitió además mantener jornadas de marcha de 20 a 25 Km de media, lo cual era impensable en aquella época. Era un nuevo concepto, una auténtica blitzkrieg.
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Filipo dejó atrás los antiguos conceptos del honor del hoplita y otras viejas costumbres de la guerra griega, se quedó con lo mejor de occidente y lo fusionó con la larga experiencia oriental de la guerra.
Y preparó un ejército para conquistar el mundo.
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Esta entrada está basada en las siguientes fuentes
Los orígenes de la guerra, Arther Ferrill
Historia de la guerra, John Keegan
Matanza y cultura, Victor Davis Hanson
11 comentarios:
Gran entrada, sí señor. Yo, de hecho, no sabía del grado de sofisticación militar de los Macedonios hasta que leí un artículo en Slingshot este mismo año. Quedé boquiabierto. Es entonces cuando te das cuenta de porqué un ejército puede crear un imperio en una sola generación.
Bueno, a lo mejor esto no sale en los libros de historía o no en todos, pero otra cosa que influía en la máquina de guerra macedonia es que muchos de los componentes eran amantes, con lo que la "con penenetración" tenía un plus.
;OP
Ya me gustaría saber en qué libro has leido eso JAJAJA
He disfrutado mucho leyendo tu explicación, Erwin. Pero por favor Xavi, no estropees la estampa de feroces y disciplinandos guerreros insinuando maquillajes de drag queen. Eso no se hace.
Jaja Para nada quería poner tacones de aguja (tipo pica), ni plataformas, ni nada de eso. Sólo era para darle un poco de humor. A demás, En esa época, lo raro era no tener un amante masculino. De hecho, es bien lógico: los hombres acostumbraban a ser mucho más cultos que las mujeres y, en consecuencia, más interesantes.
¡Benditas sean las universitarias!
Gracias Juanjo.
Por cierto que las largas campañas en las montañas afganas debían ser muy duras, sólo había cabras, enemigos feroces y camaradas "civilizados".
Jeje, muy sutiles los comentarios...
También debe haber literatura sobre como esas tropas cubrían sus necesidades en esas largas campañas...digo yo...
Un observador aficionadillo a estas lides.
Salud
Ciertamente observador, sin ir más lejos el verano pasado me leí "La campaña afgana" de Steven Pressfield. (el de Puertas de Fuego).
Es la historia de un joven soldado macedonio, de su descubrimiento de la realidad de la guerra y también del amor, en medio de una campaña terrible de tres años.
Muy recomendable.
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