Para iniciar la serie de historias de guerra he querido quedarme cerca de casa y dedicar el post a un hecho de las armas catalanas.
Así pues ésta es la historia del combate naval de les Illes Formigues, que tuvo lugar el 27/28 de julio de 1285. También conocida como batalla de Sant Feliu de Guixols.
Para comenzar es necesario hacer una aclaración, pues según las fuentes, el nombre de la batalla se aplica también a otra que tuvo lugar un mes más tarde. Yo me quedo con la información de la Història Militar de Catalunya de Xavier Hernández.
Me interesa la batalla de julio, porque siendo mucho más pequeña que la segunda, es menos conocida y además fue un combate extremadamente desigual.
Aquel día de julio de 1285, 11 galeras zarpadas de Barcelona se enfrentaron a 24 galeras francesas y provenzales y el resultado fue una aplastante victoria catalana.
Pero antes de entrar en detalles es necesario situar la acción en su contexto histórico.
¡Y el contexto es el de una cruzada contra la Corona de Aragón!
¿Cómo se había llegado a esta situación?
Contexto histórico
Retrocedamos hasta el año 1277. Tras la muerte de Jaume I el Conqueridor, su hijo Pere, que será conocido como "El Gran", hereda la Corona como Pere III de Aragón, I de València y II de Barcelona.
Pere el Gran ha quedado en la historia como uno de los dirigentes más arrojados y capaces en el aspecto militar. Era un hábil estratega y táctico. A diferencia de su padre, dirigía personalmente sus ejércitos y llegaba a participar directamente en los combates si era preciso. Tenía intuición, capacidad de cálculo y audacia en sus soluciones. Y además, en la mayoría de ocasiones, tuvo como aliada a la fortuna. No en vano el mismo Napoleón, cuando iba a ascender a un general, preguntaba si tenía suerte.
Se ganó la confianza y admiración de sus tropas, entre ellas contaba especialmente con los almogávares, que le hubieran seguido hasta el mismo infierno.
¿Cuál era la situación estratégica cuando el rey Pere ascendió al trono?
Tras la batalla de Muret en 1213, las aspiraciones en Occitania habían quedado cortadas para siempre. Hacia el sur, dentro de la península tampoco quedaba más espacio pues el Tratado de Cazola (1179) cedía el área de Murcia a la órbita de Castilla.
En este contexto la única vía de expansión estaba en el Mediterráneo.
El dominio comercial y político del Mediterráneo Central pasaba por un eje geográfico muy claro: Sicilia y Túnez.
Francia y la Casa de Anjou presionaban también hacia el Sur. San Luis de Francia había muerto el 1270 en la cruzada contra Túnez. Y los angevinos tenían el control del Sicilia y el sur de Italia.
El rey Pere fundaba sus aspiraciones sobre Sicilia en que estaba casado con Constanza de Sicilia, hija del anterior rey expulsado por los angevinos.
Este era el escenario del enfrentamiento inevitable entre la Corona de Aragón y la Casa Anjou, que a su vez tenía total apoyo del rey de Francia, Felipe III el Atrevido y del Papado. En 1281 el Papa era Martín IV, que había sido impuesto por Carlos de Anjou.
Guerra en Sicilia
Los hechos se precipitan con la revuelta antifrancesa de Sicilia del 31 de marzo de 1282, las Vísperas Sicilianas, en la que se produce una matanza de franceses en toda la isla. Acto seguido los sicilianos piden a Pere su ayuda ofreciéndole el reino.
Empieza entonces la guerra de Sicilia, en la que además de la ocupación de la isla y la expulsión de los angevinos se producen diversas batallas navales pues el dominio del mar es vital en esta campaña.
Tiene lugar la batalla de Nicótera, en la que la escuadra catalana derrota a la angevina a pesar de estar en clara inferioridad numérica, la ocupación de Malta y Gozo, las victorias navales de Nápoles y de las Querquenes. Y además el curioso hecho de la batalla judicial, que por sí sólo necesitaría una entrada dedicada.
Carlos de Anjou, muere el 7 de enero de 1285 con la angustia de tener a su hijo prisionero de los catalanes, capturado por Roger de Lluria en la batalla de Nápoles.
La cruzada
Todo ello lleva a la acción del Papa, excomulgando a Pere el Gran y proclamando una cruzada en la cualquier príncipe de la cristiandad puede apropiarse de los reinos de la corona de Aragón. La cruzada es evidentemente aceptada por Felipe el Atrevido, ansioso de tomar venganza y de paso expandir su reino.
Las operaciones se desarrollan en tierras catalanas, tras forzar las defensas del Coll del Panissars (el Pertús) rodeándolas por el Coll de la Massana, los franceses asedian Girona. La defensa del Rey Pere consiste en una lenta retirada basada en la orografía, las fortalezas y en eludir cualquier batalla campal con los caballeros franceses pues sabe que no se les puede oponer.
Las líneas de comunicación y abastecimiento de los cruzados son marítimas, desde los puertos de la costa occitana, mediante una flota de cargueros protegida por 100 galeras. El dominio de la costa es vital para los franceses.
Para defender Barcelona se crea una escuadra de urgencia de 11 galeras, pues el grueso de la flota está en Sicilia bajo mando de Roger de Lluria y tardará semanas en estar aparejada. Está capitaneada por los burgueses Mallol y Marquet.
Debido al acoso de la ciudadanía que duda del valor de la escuadra, varada en la playa de Barcelona, y las noticias de los éxitos de los corsarios, que aguijonean las naves de transporte francesas, la escuadra de Barcelona decide hacerse a la mar, en busca de franceses y de botín.
El combate. Mini Trafalgar a la catalana.
Los relatos de la batalla difieren bastante entre la crónica de Desclot y la de Muntaner y ambas son lógicas y bien explicadas. Como es Desclot el más cercano a los hechos, el relato está basado su crónica. La tarde del 27 de julio de 1285 la escuadra zarpó, llegando a la altura de Sant Feliu, una barca exploradora detecta la presencia en la zona de 24 galeras francesas.
La decisión es inmediata, se ordena preparar el ataque. Es el día 28.
Los franceses, bajo las órdenes del almirante Guillem de Lodena aceptan la batalla pues están en franca superioridad numérica. La escuadra se dispone en formación de media luna con el fin de envolver a las 11 galeras catalanas.
Los catalanes van a demostrar las características de las fuerzas navales catalanas de la época, una agresividad sin límites, plena confianza en la victoria y una ballestería demoledora.
La formación adoptada por Mallol y Marquet lo evidencia claramente. Disponen sus 11 galeras en dos columnas de ataque de 5 y 6, que apuntan directamente el centro de la formación francesa, donde está su galera capitana.
Esta formación recuerda nada más verla a la que adoptó Nelson en Trafalgar.
Dos columnas con objetivos claros, a saber, dividir la escuadra enemiga, privarla del mando lo antes posible y alcanzar superioridad numérica local que permita eliminar rápidamente unidades enemigas.
Fortuna audaces iuvat
Las tácticas navales de la época se basan en el disparo a distancia por ballesteros y el abordaje. Los ballesteros más reputados de la época son los genoveses, pero los catalanes no les van a la zaga. Desclot y Muntaner insisten repetidamente en sus crónicas de la gran capacidad de los ballesteros catalanes. Éste combate no es una excepción, los virotes de las ballestas catalanas arrasan las cubiertas francesas antes de pasar al abordaje.
En el combate que sigue 7 galeras francesas son atrapadas entre las dos columnas catalanas y quedan apresadas, incluida la capitana. Las galeras de los flancos huyen directamente o son rechazadas tras intentar participar en el combate y se retiran igualmente.
El resultado final señala el último factor de la forma de combatir de la época. Tras apresar a los nobles por los que se puede pedir rescate, el resto de prisioneros son agrupados en dos galeras que son hundidas. Muntaner da una cifra de 4000 bajas francesas por 400 catalanas, la mayoría heridos.
Cuando otra escuadra francesa acude a la zona, la escuadra catalana abandona las presas para escapar al amparo de la noche. Arriban a Barcelona el día 29 de julio.
Epílogo sangriento
En tierra las operaciones prosiguen a ritmo de asedio, el día de la Virgen de Agosto se produce un encuentro en el que una fuerza de almogávares es atrapada por los caballeros franceses, sin que los caballeros del rey Pere puedan impedirlo. Girona cae, pero los cruzados están tan debilitados por las enfermedades y una pestilencia atribuida a las moscas de la tumba profanada de Sant Narcís, que emprenden la retirada.
La escuadra de Roger de Lluria ya ha llegado. Los abastecimientos cruzados escasean y se produce la batalla definitiva de la cruzada, cuando la escuadra francesa es nuevamente derrotada, de nuevo en la zona de las Illes Formigues. En otra muestra de crueldad, los prisioneros son cegados y enviados al norte, encordados y dirigidos por uno al que han dejado tuerto. Los heridos son atados a una galera y arrastrados al fondo del mar.
En tierra el ejército cruzado debe volver a pasar el Coll de Panissars, ocupado otra vez por el ejército de Pere el Gran. Se pacta el paso de Felipe III y su sequito con la Oriflama. Después llega la masacre. Los almogávares reclaman venganza y el rey no puede o no quiere detenerlos.
Muret no se repitió.
Así pues ésta es la historia del combate naval de les Illes Formigues, que tuvo lugar el 27/28 de julio de 1285. También conocida como batalla de Sant Feliu de Guixols.
Para comenzar es necesario hacer una aclaración, pues según las fuentes, el nombre de la batalla se aplica también a otra que tuvo lugar un mes más tarde. Yo me quedo con la información de la Història Militar de Catalunya de Xavier Hernández.
Me interesa la batalla de julio, porque siendo mucho más pequeña que la segunda, es menos conocida y además fue un combate extremadamente desigual.
Aquel día de julio de 1285, 11 galeras zarpadas de Barcelona se enfrentaron a 24 galeras francesas y provenzales y el resultado fue una aplastante victoria catalana.
Pero antes de entrar en detalles es necesario situar la acción en su contexto histórico.
¡Y el contexto es el de una cruzada contra la Corona de Aragón!
¿Cómo se había llegado a esta situación?
Contexto histórico
Retrocedamos hasta el año 1277. Tras la muerte de Jaume I el Conqueridor, su hijo Pere, que será conocido como "El Gran", hereda la Corona como Pere III de Aragón, I de València y II de Barcelona.
Pere el Gran ha quedado en la historia como uno de los dirigentes más arrojados y capaces en el aspecto militar. Era un hábil estratega y táctico. A diferencia de su padre, dirigía personalmente sus ejércitos y llegaba a participar directamente en los combates si era preciso. Tenía intuición, capacidad de cálculo y audacia en sus soluciones. Y además, en la mayoría de ocasiones, tuvo como aliada a la fortuna. No en vano el mismo Napoleón, cuando iba a ascender a un general, preguntaba si tenía suerte.
Se ganó la confianza y admiración de sus tropas, entre ellas contaba especialmente con los almogávares, que le hubieran seguido hasta el mismo infierno.
¿Cuál era la situación estratégica cuando el rey Pere ascendió al trono?
Tras la batalla de Muret en 1213, las aspiraciones en Occitania habían quedado cortadas para siempre. Hacia el sur, dentro de la península tampoco quedaba más espacio pues el Tratado de Cazola (1179) cedía el área de Murcia a la órbita de Castilla.
En este contexto la única vía de expansión estaba en el Mediterráneo.
El dominio comercial y político del Mediterráneo Central pasaba por un eje geográfico muy claro: Sicilia y Túnez.
Francia y la Casa de Anjou presionaban también hacia el Sur. San Luis de Francia había muerto el 1270 en la cruzada contra Túnez. Y los angevinos tenían el control del Sicilia y el sur de Italia.
El rey Pere fundaba sus aspiraciones sobre Sicilia en que estaba casado con Constanza de Sicilia, hija del anterior rey expulsado por los angevinos.
Este era el escenario del enfrentamiento inevitable entre la Corona de Aragón y la Casa Anjou, que a su vez tenía total apoyo del rey de Francia, Felipe III el Atrevido y del Papado. En 1281 el Papa era Martín IV, que había sido impuesto por Carlos de Anjou.
Guerra en Sicilia
Los hechos se precipitan con la revuelta antifrancesa de Sicilia del 31 de marzo de 1282, las Vísperas Sicilianas, en la que se produce una matanza de franceses en toda la isla. Acto seguido los sicilianos piden a Pere su ayuda ofreciéndole el reino.
Empieza entonces la guerra de Sicilia, en la que además de la ocupación de la isla y la expulsión de los angevinos se producen diversas batallas navales pues el dominio del mar es vital en esta campaña.
Tiene lugar la batalla de Nicótera, en la que la escuadra catalana derrota a la angevina a pesar de estar en clara inferioridad numérica, la ocupación de Malta y Gozo, las victorias navales de Nápoles y de las Querquenes. Y además el curioso hecho de la batalla judicial, que por sí sólo necesitaría una entrada dedicada.
Carlos de Anjou, muere el 7 de enero de 1285 con la angustia de tener a su hijo prisionero de los catalanes, capturado por Roger de Lluria en la batalla de Nápoles.
La cruzada
Todo ello lleva a la acción del Papa, excomulgando a Pere el Gran y proclamando una cruzada en la cualquier príncipe de la cristiandad puede apropiarse de los reinos de la corona de Aragón. La cruzada es evidentemente aceptada por Felipe el Atrevido, ansioso de tomar venganza y de paso expandir su reino.
Las operaciones se desarrollan en tierras catalanas, tras forzar las defensas del Coll del Panissars (el Pertús) rodeándolas por el Coll de la Massana, los franceses asedian Girona. La defensa del Rey Pere consiste en una lenta retirada basada en la orografía, las fortalezas y en eludir cualquier batalla campal con los caballeros franceses pues sabe que no se les puede oponer.
Las líneas de comunicación y abastecimiento de los cruzados son marítimas, desde los puertos de la costa occitana, mediante una flota de cargueros protegida por 100 galeras. El dominio de la costa es vital para los franceses.
Para defender Barcelona se crea una escuadra de urgencia de 11 galeras, pues el grueso de la flota está en Sicilia bajo mando de Roger de Lluria y tardará semanas en estar aparejada. Está capitaneada por los burgueses Mallol y Marquet.
Debido al acoso de la ciudadanía que duda del valor de la escuadra, varada en la playa de Barcelona, y las noticias de los éxitos de los corsarios, que aguijonean las naves de transporte francesas, la escuadra de Barcelona decide hacerse a la mar, en busca de franceses y de botín.
El combate. Mini Trafalgar a la catalana.
Los relatos de la batalla difieren bastante entre la crónica de Desclot y la de Muntaner y ambas son lógicas y bien explicadas. Como es Desclot el más cercano a los hechos, el relato está basado su crónica. La tarde del 27 de julio de 1285 la escuadra zarpó, llegando a la altura de Sant Feliu, una barca exploradora detecta la presencia en la zona de 24 galeras francesas.
La decisión es inmediata, se ordena preparar el ataque. Es el día 28.
Los franceses, bajo las órdenes del almirante Guillem de Lodena aceptan la batalla pues están en franca superioridad numérica. La escuadra se dispone en formación de media luna con el fin de envolver a las 11 galeras catalanas.
Los catalanes van a demostrar las características de las fuerzas navales catalanas de la época, una agresividad sin límites, plena confianza en la victoria y una ballestería demoledora.
La formación adoptada por Mallol y Marquet lo evidencia claramente. Disponen sus 11 galeras en dos columnas de ataque de 5 y 6, que apuntan directamente el centro de la formación francesa, donde está su galera capitana.
Esta formación recuerda nada más verla a la que adoptó Nelson en Trafalgar.
Dos columnas con objetivos claros, a saber, dividir la escuadra enemiga, privarla del mando lo antes posible y alcanzar superioridad numérica local que permita eliminar rápidamente unidades enemigas.
Fortuna audaces iuvat
Las tácticas navales de la época se basan en el disparo a distancia por ballesteros y el abordaje. Los ballesteros más reputados de la época son los genoveses, pero los catalanes no les van a la zaga. Desclot y Muntaner insisten repetidamente en sus crónicas de la gran capacidad de los ballesteros catalanes. Éste combate no es una excepción, los virotes de las ballestas catalanas arrasan las cubiertas francesas antes de pasar al abordaje.
En el combate que sigue 7 galeras francesas son atrapadas entre las dos columnas catalanas y quedan apresadas, incluida la capitana. Las galeras de los flancos huyen directamente o son rechazadas tras intentar participar en el combate y se retiran igualmente.
El resultado final señala el último factor de la forma de combatir de la época. Tras apresar a los nobles por los que se puede pedir rescate, el resto de prisioneros son agrupados en dos galeras que son hundidas. Muntaner da una cifra de 4000 bajas francesas por 400 catalanas, la mayoría heridos.
Cuando otra escuadra francesa acude a la zona, la escuadra catalana abandona las presas para escapar al amparo de la noche. Arriban a Barcelona el día 29 de julio.
Epílogo sangriento
En tierra las operaciones prosiguen a ritmo de asedio, el día de la Virgen de Agosto se produce un encuentro en el que una fuerza de almogávares es atrapada por los caballeros franceses, sin que los caballeros del rey Pere puedan impedirlo. Girona cae, pero los cruzados están tan debilitados por las enfermedades y una pestilencia atribuida a las moscas de la tumba profanada de Sant Narcís, que emprenden la retirada.
La escuadra de Roger de Lluria ya ha llegado. Los abastecimientos cruzados escasean y se produce la batalla definitiva de la cruzada, cuando la escuadra francesa es nuevamente derrotada, de nuevo en la zona de las Illes Formigues. En otra muestra de crueldad, los prisioneros son cegados y enviados al norte, encordados y dirigidos por uno al que han dejado tuerto. Los heridos son atados a una galera y arrastrados al fondo del mar.
En tierra el ejército cruzado debe volver a pasar el Coll de Panissars, ocupado otra vez por el ejército de Pere el Gran. Se pacta el paso de Felipe III y su sequito con la Oriflama. Después llega la masacre. Los almogávares reclaman venganza y el rey no puede o no quiere detenerlos.
Muret no se repitió.
1 comentario:
Me ha encatado ¡Muy interesante!
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